Indudablemente, la clase de cosas que habitualmente asociamos con sentirnos deprimidos se hacen más frecuentes según envejecemos y/o perdemos autonomía (tenemos que dejar de trabajar, probablemente disponemos de menos dinero, quizás sentimos molestias o dolores, otros problemas físicos, a veces se pierde a la pareja o a alguien cercano,...). Por esto y más cosas, la depresión es una alteración psicológica relevante en las personas dependientes. Aunque la depresión, en ocasiones puede comenzar de forma espontánea, con cierta frecuencia es desencadenada por algún acontecimiento infeliz como puede ser un duelo. Lo que diferencia que unas personas desarrollen una depresión y otras no, es que hay personas mayores más vulnerables que otras.
Consejos:
- Acudir al médico para tratarla
- Modificación de la cadena de pensamientos negativos, fomentar el auto concepto positivo, incrementar la autoestima, aumentar o fomentar la autonomía personal y su auto eficacia:
- Ante todo, hay que evitar que cualquier comportamiento depresivo sea “premiado”; sobre todo los relativos al mantenimiento de actividades diarias (no quedar en la cama, aseo, vestirse, comidas, paseo,...).
- Respecto al llanto, puede ser beneficioso como desahogo, pero debe evitarse que se convierta en una forma de asegurar la atención de los que le rodean.
- Conviene ayudar a la realización de comportamientos “de actividad”, es decir, encadenar conductas para que el logro de la primera, suponga una ayuda para hacer la segunda. (ejemplo: conseguir que salga a la calle primero, para luego, instarle a que hable con gente).
- En cuanto a los pensamientos depresivos, la estrategia general consiste en relativizar los contenidos, indicando a la persona los aspectos positivos o alternativos de lo que piensa en ese momento.
- Proporcionarle el debido Apoyo social ayudándole a ponerse en contacto con otras personas, es decir incrementando su red social: salir a pasear, ir a la iglesia, ir de compras, etc.